“La princesita del Reino”
Erase una vez una princesa que vivía en
un castillo con sus padres, los reyes y que era hija única y estaba muy mimada
y consentida. El reino era rico y poderoso. Pasaron los años y la princesa se
convirtió en una señorita hermosa pero terriblemente insoportable, egoísta y
presumida. Sólo quería mirarse al espejo y que todos le dijeran lo guapa que
era y lo estupenda que era.
Llegó el momento de que se casara la
princesa, pues su padre el rey ya estaba mayor y quería que hubiera un príncipe
que le sustituyera. Así que organizó bailes para que la princesa conociera
algún pretendiente pero no hubo éxito, ya que la princesa solo quería mirarse
al espejo, sólo tenía ojos para ella.
Un buen día, apareció en el castillo un
joven príncipe extranjero que no hablaba, venía a conocer a la joven princesa.
Venía acompañado por una gran corte, era un príncipe de un rico país. Al rey le
pareció extraño que no hablara pero no por ello lo rechazó, a través de señas adivinó
que estaba bajo el influjo de un hechizo. Que lo realizó una bruja sobre el príncipe
cuando era pequeño como castigo por haberla encerrado bajo mandato de sus
padres. La princesa ni le miró a la cara, era una chica mimada y malcriada. No
le interesaba pues no podía hablar. Pero le mostró una bola de cristal al rey
donde se podía ver a la princesa de mayor, sola, abandonada y lo que es peor
vieja y fea. La princesa se horrorizó al ver la bola de cristal y quiso
destruirla, pero el joven príncipe se lo impidió.
Al día siguiente, la princesa quería ver
al joven príncipe pero este por orden del rey se había ido. Así que decidió que
le seguiría y le preguntaría si lo que había visto en la bola de cristal era
verdad.
Le costó muchos días encontrarle, el
príncipe estaba en su reino, pero este no quiso verla por miedo a que le
rompiera la bola de cristal. Ella le rogó durante diez días seguidos que la
recibiera, sin importarle su aspecto, sucio y desaliñado. El, al fin consintió
en recibirla, impresionado por su aspecto, aunque seguía siendo tan bella como
cuando la conoció. Ella le preguntó si era cierto lo que mostraba la bola de
cristal, pero él no podía contestarle.
Así pasaron los días, los meses y los
años hasta que la princesa se fue convirtiendo en una persona amable, generosa
y buena con los demás. Ella quería cambiar, no quería acabar como aparecía en la
bola de cristal. El príncipe, enamorado de ella desde el primer día que la vio,
poco a poco fue acercándose a ella hasta que ella se dio cuenta de lo
maravilloso que era él, y de lo mucho que lo necesitaba. Tanto fue así que un
buen día paseando por el bosque, apareció de repente un ciervo, que asustó a la princesa y esta le dio la mano
al príncipe y este la atrajo hacia sí y la besó, rompiendo el hechizo. Ya podía
hablar pues este se rompía con el primer beso de amor. Y a continuación el príncipe
le pidió la mano a la princesa, a lo que esta acepto encantada.
Fin.
Te anoto la actividad como voluntaria pero no puedo evitar hacerte notar que, tal vez porque eres madre y no puedes evitar transmitir valores o bien porque has estado en contacto durante tu infancia con una literatura especialmente moralizadora, te ha quedado un texto un pelín paraliterario con más carga moral que literaria. Aún así es una historia preciosa que me recuerda un poco algunos elementos de La bella y la bestia.
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